jueves, 18 de julio de 2019

Amar sin póliza de seguro


¿Y entonces tú y yo qué somos? Después del título llega la calma. Tener la certeza de que el mensaje que quiero mandarle es apropiado y será bien recibido o tener claro que no debo enviar el mensaje porque el título no incluye este tipo de intimidades. 

Novio, amigo, amigo especial, amante, esposo…Cada título viene en combo. Si es novio incluye llamadas en horarios atípicos: 12 de la noche ó 6 de la mañana, derecho a reclamos y condiciones y amor exclusivo. Con un novio es bienvenido el “Te Amo”, con un amante es motivo de alarma. 

Un título para saber cómo me comporto en el momento siguiente. Tener el mapa entre las manos y el camino claro. 

¿Pero qué siento más allá del título? Es una linda pregunta, por lo menos honesta.

Qué extraña manera de empaquetar el amor, de organizarlo. Matar la magia de vivir el instante y que venga el beso cuando se sienta y el enojo cuando se presente.

Sentirse y actuar en coherencia. Qué raro ser honestos.

¿Si te beso hoy estaré obligada a hacerlo mañana? La tranquilidad de caminar sobre suelo seguro, el anhelado “y fueron felices para siempre”. 

Queremos los títulos para aliviar la incertidumbre. Descubrir que cada instante es nuevo y lo estamos creando. Abrirse a la idea de amar más allá del título es desafiante. La simple idea viene con la pregunta ¿si no tengo el título dónde quedan mis derechos? ¿Amar así no más, sin póliza de seguro?

¡Y el tema de la propiedad privada!  Que si estás conmigo no mires a la derecha ni a la izquierda. O qué importa que mire y admire siempre y cuando su amor tenga un solo propietario. Me pregunto si realmente sabremos amar.

Almendra, así se llama mi gata. Se enamora de todo aquel que entra en mi casa. Coqueta, hermosa, refinada. Un día jugando con un amigo le mordió un dedo y él la regañó diciéndole que no volviera a acercarse. Después de varios intentos por jugar con él comprendió el asunto y se fue hacia uno de sus zapatos ubicado en la entrada de la casa. Lo olfateó, lo abrazó y jugueteó con él acostada en el piso.

-¡Almendra te va a seguir amando aunque sea a través de tu zapato! -Dije esto y nos reímos-. 

Acto seguido, este amigo, que en realidad recién conocía, dijo que Almendra y yo éramos igualitas. Me quedé en silencio sin saber cómo tomarlo y en el fondo anhelé ser como Almendra. ¡No sufriría! Me dirían ¡Stop, retírate! y yo encontraría la manera de seguir amando, sin dramas, sin lágrimas, sin resentimientos. Almendra siempre gana porque siempre ama. Es sabia. 

Adoro ver a Almendra con mis amigos, que se amen descaradamente y frente a mí. Verla feliz es un placer y ver a las personas amando es un verdadero momento fotográfico. Para llorar de alegría, para agradecer por estar vivos.

Sí, en realidad quisiera ser como Almendra. 

He crecido en un mundo donde es mejor odiar a 20 personas que amar a dos. Ya saben, la fidelidad, la seriedad, el solo mírame a mí. Esa necesidad tan dolorosa de ser exclusivos, estar ubicados en el podio, zona Very Important People. En el fondo tenemos a la bruja preguntándose “Espejito, espejito dime quién es la más bella, la más noble, la más interesante, la más graciosa, la más sensual, la más más más…” 

¡Cuánto duele hacer de la vida una competencia!

Es que si no hay título no va en serio. Si no hay título no hay profundidad. Cuando en realidad la profundidad nace en el corazón. Ir en serio es amar y punto. 

Tal vez esté naciendo una nueva manera de acercarnos, abrir el corazón sin pasarle al otro la cuenta de cobro con manual de instrucciones. Volvernos responsables y conscientes de nuestra grandeza. Rendirnos al placer de vivir enamorados reconociendo la magia que el amor trae a nuestras vidas.

Amar, amar sin cronogramas y sin mapas. Amar en la duda, en la certeza. Amar con título o sin título.  Animarse por fin a vivir este instante, a improvisarlo. Qué sencillo respirar este momento, este día azul clarito.





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