viernes, 26 de enero de 2018

La Vida sabe

Da, pero no obligues al otro a recibir. Indaga en el origen del capricho, en las preferencias que se transforman en dolor.
No sabes cuál es el propósito de nada en tu vida, no sabes porqué llegan las personas o se van. No ves la película completa. No tienes la visión la panorámica. Sé humilde y entrega tus pequeños planes, tus objetivos limitados. 
Reconoce tus caprichos como tales y confía en la vida como se presenta. La vida sabe. La vida no se equivoca con respecto a las experiencias que te ofrece. (Dejar un trabajo o conseguirlo, separarse o casarse, tener un hijo o perderlo…) No sabes por qué ocurre. Crees saber el propósito de todo lo que te rodea, pero esta sensación aparece solo para darte la idea de que tienes el control. Que eres dueño de tu vida, que lo tienes todo claro. Temes enfrentar tu completa ignorancia porque así sabrías que siempre has estado flotando, que jamás has controlado nada aunque lo pareciera. Tu principal miedo es a la Vida, crees que ella te amenaza, que debes protegerte de su ritmo, un ritmo inesperado y repentino para tu mente controladora. Temes a la vida hermoso ser; entonces intentas poseerla, hacerla tuya, darle instrucciones. Cuando tu misión es solo una: asumir lo que sientes, darle la bienvenida a las olas que la Vida genera en lo profundo de tu ser. Descubrirte en el ritmo.


Tú eres una expresión de la Vida por lo tanto no puedes poseerla. No es "Tu vida". Es "La Vida". La Vida cruzándote, la Vida moviéndote, la Vida hastiándote, llevándote más allá de tus límites. En realidad siempre has sido como los árboles cambiando en las estaciones. Soltando las hojas, dando flores y frutos, todo dentro de un ritmo, el ritmo de la naturaleza porque tú eres una expresión de ella. Solo tu mente te separa. Señala a la naturaleza allá, afuera, como algo que tú observas desde lejos, como un objeto de estudio al que te acercas con un microscopio. Pero tú Eres Naturaleza, no puedes ser otra cosa. Cuando la vida te llevó a soltar, tuviste que hacerlo, esa persona murió o se fue, ese ciclo laboral terminó, esa casa tuviste que dejarla… No controlas nada hermoso ser, aunque parezca, aunque inviertas en ello. La vida es más grande que tú. Te contiene. Todo está contenido dentro de ella.


jueves, 4 de enero de 2018

Aporofobia, un miedo antiguo estrena palabra

Aporofobia, parece que ya estamos preparados para ponerle nombre a esas ganas de mirar para la  izquierda cuando pasa un indigente a la derecha. El impulso incómodo de subir la ventana del auto antes de encontrarse cara a cara con el vendedor ambulante. ¡Cuánto duelen esas miradas! Mejor evitarlas. Parece que ya le pusimos nombre. Primer escalón, nombrarlo. Ponerse el lente, mirar de cerca a la indiferencia.

Este miedo de encontrarte en la mirada de un rostro sin nombre, como perdido en la calle. Rostros que luchan bajo un sol que no descansa.

-Señor ¿Una moneda?

¿Notaste lo que sentías? Una ligera angustia atascada en el pecho, el corazón acelerado. Una taquicardia pasajera, te dices. Gajes del oficio al caminar por cualquier calle. ¡Qué se va a hacer! Así es la vida.

Ni siquiera hay espacio para otra idea. Todo está escrito y por suerte tú no escribes la historia. La culpa está asignada. Tanto político hijo de… y  fin del tema. Después revisas el whatsapp o te compras un helado. El cielo está azul, es un lindo día.

Nombrar, nombrar las cosas. No porque antes no existieran, sino porque existían aunque no quisieras verlas. Solo conciencia.

Retrocedamos. Estar viviendo esos segundos que se estiran como propagandas eternas antes de la novela. Frente a ti un hombre pidiendo monedas. ¿Lo miras? Te pregunto si lo miras.  O solo sacas de prisa unas monedas para evitar el encuentro, es decir, su mirada. Tres monedas: misión cumplida. Que venga la siguiente historia, la tuya.

Y así seguir caminando, echándole tierrita a la tristeza. Tu gran tristeza. La oscura certeza de vivir en una sociedad que ha fracasado.

Entrar en una ciudad es entrar en una idea. Recuerdo las palabras de Memo Ángel en la universidad. Los edificios se hicieron con ideas, las calles, los comercios, las casas y los autos. La arquitectura es una manera de ver el mundo, de entender al ser humano, a la naturaleza. Traigo el recuerdo para digerir esa palabra tan grande, tan intangible, tan elegante: La Sociedad. La sociedad ha fracasado ¿Dónde presentas la queja, a dónde llevas la propuesta?

Claramente la Sociedad es una idea. Una idea que tenemos sobre nosotros mismos. De ahí se parte, desde el principio, si no ¿cómo entender el cuento?

Estudiar para ser competente, para estar calificado, para tener el título fuente de orgullo en la familia. Competencias lingüísticas, competencias comunicativas, competencias laborales. Estudiar para salir adelante, para ser alguien en la vida. ¡Ser alguien en la vida! Vale la pena repetirlo como un eco de esa idea fundadora, las raíces de la sociedad que conocemos. No eres nadie a menos que consigas dinero, tengas un título profesional, mejor magister, mejor doctor y la carrera sigue, después viene el trabajo, dónde vives, el auto, la ropa, etcétera. Solo es mirar las vallas publicitarias. El ciudadano perfecto: tengo, luego existo.

El problema no es la educación sino por qué estudiamos. A la abuela le escuchaba decir, Mija palo que nace torcido nunca se endereza. Elemental. ¿Se entiende?

Aporofobia, es decir, fobia a los pobres. Ver de frente la consecuencia natural de una forma de pensar basada en la competencia. Esa intensa sensación de estar solo, separado del mundo luchando por ti y  los tuyos. Yo, yo, yo, un diminuto yo que se siente amenazado, perseguido, en guerra. Así nació la pobreza.

Claro, duele verlo. No es que tengas miedo de ver a los pobres. ¡No! Es más profundo, tienes pánico de ver las raíces del sistema operando en tu pensamiento, miedo de verte, de sentirte mientras los miras. Esa incomodidad, esas ganas de que pase rápido el momento. Como mirarte en el espejo y encontrarte la cara sucia. ¿La solución? Quitar el espejo en lugar de lavarte. ¿Cuánto le doy? Diez pesos, cincuenta pesos. Te sentís mezquino, casi culpable. Eso sí. Con miles de excusas que no faltan, pero no ayudan o bueno… solo por encima. Tierrita que no alcanza y mejor que no alcance que ya tenemos palabra para hablar del tema, dedicarle un tiempo.

La reunión de la familia. La presentación del novio. Dónde vive, qué estudió, dónde trabaja. ¿En qué viene a recogerte? ¡Ah! ¿A pie? Silencio incómodo. Hay que ponerle color a la ideas, pintar el panorama. 

Tal vez sea necesario revisar los criterios, los por qué detrás de estar en tu trabajo, con tu pareja, de estar haciendo lo que estés haciendo. Aplazando lo que quieres porque siempre habrá un mañana. Que la traición empieza primero adentro, con uno mismo. Cuando se elige vivir una vida que no se parece en nada a lo que deseas. Esa es la miseria. La verdadera miseria.  

Y que la culpa no la tengan siempre los políticos, el comodín perfecto para no mirarte. Sí, ahora sí, se huele cerca la salida, cada persona haciéndose cargo de sus creencias, del dolor que generan, cambiando su vida, eligiendo distinto. Ahí empieza la responsabilidad con el mundo, la gratitud hacia la vida.

Que la vida es abundante y se reproduce sola, se multiplica. Solo a la pobreza mental, ese yo diminuto perseguido y mezquino, se le ocurrió la idea asombrosa de registrar las semillas, de privatizar el sembrado, el alimento. Claramente el cáncer está en la ideas.

Hay que empezar por el principio. Llegar a la raíz. ¿Para qué más educación si aquello que la impulsa es la codicia y la urgencia de dinero? Mija, palo que nace torcido… Es simple.

Seguir el corazón y quitarle el liderazgo al bolsillo como dueño y señor de las decisiones. De nada sirve un bolsillo lleno y un corazón vacío. Ese día se aportará una acción nueva al sistema, que no siempre la solución es regalar dinero, dar trabajo, montar fundaciones, estallar bombas o hacer protestas. Ir a la raíz. Detectar el germen en el pensamiento. En el día a día con uno mismo. Eso sí es empoderarse. Tomar cartas en el asunto. Y después que vengan las acciones colectivas en coherencia con las transformaciones internas. Así surge la creatividad, los proyectos que inspiran y transforman.


Seguir el corazón. De solo pensarlo tiemblan los cimientos. ¿Cuántos renunciarían? ¿Cuántos crearían su empresa? ¿Cuántos saldrían del closet? ¿Cuántos estudiarían otra carrera? ¿Cuántos dejarían sus estudios? ¿Cuántos se divorciarían? Y que quede atrás el victimismo, la cueva para esconderse, para tirar la piedra a otro lado. Que la sociedad, que el estado, que la cultura, que la historia latinomericana, que la esencia misma del hombre. Sí, muy elegante, pero poco práctico si lo que realmente anhelamos es una vida diferente.