Vivir
sin objetivos. Contemplé esta idea y me sentí tranquila. ¿Dónde quiero estar?
Aquí. ¿Quién quiero ser? Lo que soy. Respiré profundo y exhalé lentamente. La
sensación de sentirme más liviana me causó risa. Esta idea trasgredía todo lo
que había aprendido: “hay que proyectarse, hacer un plan para alcanzar las metas,
visualizar el éxito y caminar hacia él”.
Era
irreverente dudar de estos pasos, pero cuando lo hacía sentía que algo en mí se
sanaba.
-¿Pero
qué estás diciendo Susana? ¿Es que no tienes proyectos?
-No.
-¡Escúchate!
¿Cómo es posible que estés satisfecha con lo que tienes si te faltan tantas
cosas?
-Es
posible cuando miro el presente y lo disfruto como es. Tú sabes que así
desaparece la sensación de ausencia. Mira te muestro.
Respiré lentamente y me concentré en la sensación de respirar, no pensé nada durante cortos segundos hasta que la voz volvió a interrumpirme.
Respiré lentamente y me concentré en la sensación de respirar, no pensé nada durante cortos segundos hasta que la voz volvió a interrumpirme.
-¡Pero
qué mentalidad tan pobre la que tienes! ¡Entonces te conformas con el presente!
¡Vaya manera de evolucionar!
-El
que ambiciona nunca se siente rico. El deseo multiplica la sensación de vacío. Y
quizá la mejor manera de evolucionar o transformar algo sea aceptándolo como es.
Cuando la percepción cambia la realidad se afecta.
-Pero
si no tienes objetivos desaparecen los motivos para vivir.
-Tal
vez haya sido un error creer que la vida tenía un sentido solo si tenía objetivos.
-¿Si
no son tus objetivos los que te motivan entonces qué puede ser?
-Vivir
haciendo lo que más disfruto sin preocuparme por los resultados.
-¿Y
es que de eso se vive?
-
Muchas de las personas que tú calificarías como exitosas han obtenido su
reconocimiento sin proponérselo. Únicamente hicieron con amor, entrega y
autenticidad lo que más les gustaba.
-¡Bueno,
eso también es un objetivo!
-¡Cómo
te gustan los juegos del lenguaje mi luchadora invencible!
Aquella
voz en mi mente se quedó en silencio. Me
sentí feliz.