Medellín tú que llevas dentro mi
tristeza, que me asfixias con el humo inagotable de tu autodesprecio, que
ahogas las montañas con tus ríos de edificios, que atraviesas mi corazón con
tus miserias grises, tu pasión por el dinero. Tendré amor para ti en la
oscuridad de tus mañanas, en tus fronteras invisibles, en tus casas de papel y
desarraigo.
Medellín tú que llevas dentro mis
ilusiones, tú que aplastas mi alma gritándome que no soy nadie para tu mañana.
Me dices que mire hacia adelante, siempre hacia adelante. Tus empresas de
esperanzas me venden sueños inciertos; pero sabes que prefiero amarte ahora
como eres y por eso me desprecias. No hay trabajo para mí en tus colonias de
edificios que cada día me roban más tus cielos grises, tus montañas dulces.
Te he visto flirteando con los
críticos que te odian entre libros, gafas y pastillas para el dolor de cabeza.
Eres masoquista porque adoras las mentes que te aplastan, que te olvidan, que
no saben apreciarte en tu belleza y entonces te arrastras por los cielos para
conquistar los corazones que no nacieron para amarte. Te gustan los retos,
mujer rebelde, mi amor desinteresado no puede seducirte.
Pero aquí estaré viendo cómo
caminas en tacones, cómo llenas tu cuerpo de silicona para aumentar las curvas
de tus ambiciones sin sentido, miraré tus lentes de contacto intuyendo la luz
que llevas dentro, imaginaré tu rostro sin disfraces y te miraré desnuda aunque
no lo quieras. Si puedo amar tus máscaras, cómo podría dejar de amarte en tu
piel, en tu verdad, en el olor de tu alma.
Te quiero Medellín en tus
delirios de grandeza, en tus verdades a medias, me compadezco de ti en la furia
con la que golpeas a los periodistas. He aprendido a amar la verdad en medio de
tu esquizofrenia, en tu viaje hacia el vacío entre las montañas.
He aprendido a querer mi soledad
gracias a tus desprecios. Deja que mi alegría insulte tu ego de diosa oscura y
entiende que puedo vivir sin ti, que tu atención no la necesito. Tal vez
multipliques mi tamaño, pero nunca mi poder. Y con mi poder siempre elegiré quererte
porque es inútil odiarte, inútil sufrirte. No creas que seré una más de tus
víctimas.
En tus montañas llevas dentro el
fuego de mis amores, las cenizas de los besos que brotan como semillas sobre la
tierra oscura. Tú abrazas mi alma en las miradas de los niños, en las canciones
que nacen en la profundidad de tu cuerpo, en los escultores que encuentran tu
corazón de azúcar en el interior de las piedras.
Medellín, mi luz, mi poesía, mi
madre. Te prestaré mi corazón para quererte siempre, me quedaré contigo cuando
todos te abandonen, cuando los deseos que has sembrado en tu publicidad enferma
te dejen sola para siempre, no sospechaste que tu fábrica de sueños te haría
pequeña ante tus hijos, los que tanto amaste, los que ahora te dejan.
Resistiré contigo cuando te
arranquen las cortinas, escucharé el silencio que tendrá que ser tu lenguaje.
Ya no te justifiques más, no es necesario, entrégate al silencio y deja que arrase con tus mentiras.
Prometo estar contigo cuando
comprendas que tus edificios nunca han crecido hacia el cielo, solo hacia el
deseo terco de tus ambiciones. Ya no giraré más sobre tus templos comerciales
que juran venderme sonrisas a cambio de ilusiones. Tu tesoro no está en el
Tesoro, Unicentro no es el único centro. Tus centros comerciales
no me arrastrarán hacia la religión que tanto has defendido, ya no creeré más
en tus amores de vidrio, de cuentas por pagar y de tarjetas de crédito.
Tal vez estés cansada y quieras entrégate
conmigo a la noche para dejar que el frío se derrame sobre tus heridas de lava.
Quítate el acero que cargas sobre la cintura, deja que el viento acaricie las
pieles intranquilas de los que asfixias con tus miserias.
Entrégate conmigo a la noche y dejemos
que la muerte nos renueve, nazcamos juntas al atardecer y miremos las noches
líquidas, los ojos de luz que nos observan desde el universo. Escribamos en el
desarrollo eterno de nuestras historias poemas para los dioses de otros planetas.