martes, 27 de mayo de 2014

Medellín tú que llevas dentro


Medellín tú que llevas dentro mi tristeza, que me asfixias con el humo inagotable de tu autodesprecio, que ahogas las montañas con tus ríos de edificios, que atraviesas mi corazón con tus miserias grises, tu pasión por el dinero. Tendré amor para ti en la oscuridad de tus mañanas, en tus fronteras invisibles, en tus casas de papel y desarraigo.

Medellín tú que llevas dentro mis ilusiones, tú que aplastas mi alma gritándome que no soy nadie para tu mañana. Me dices que mire hacia adelante, siempre hacia adelante. Tus empresas de esperanzas me venden sueños inciertos; pero sabes que prefiero amarte ahora como eres y por eso me desprecias. No hay trabajo para mí en tus colonias de edificios que cada día me roban más tus cielos grises, tus montañas dulces.

Te he visto flirteando con los críticos que te odian entre libros, gafas y pastillas para el dolor de cabeza. Eres masoquista porque adoras las mentes que te aplastan, que te olvidan, que no saben apreciarte en tu belleza y entonces te arrastras por los cielos para conquistar los corazones que no nacieron para amarte. Te gustan los retos, mujer rebelde, mi amor desinteresado no puede seducirte.

Pero aquí estaré viendo cómo caminas en tacones, cómo llenas tu cuerpo de silicona para aumentar las curvas de tus ambiciones sin sentido, miraré tus lentes de contacto intuyendo la luz que llevas dentro, imaginaré tu rostro sin disfraces y te miraré desnuda aunque no lo quieras. Si puedo amar tus máscaras, cómo podría dejar de amarte en tu piel, en tu verdad, en el olor de tu alma.

Te quiero Medellín en tus delirios de grandeza, en tus verdades a medias, me compadezco de ti en la furia con la que golpeas a los periodistas. He aprendido a amar la verdad en medio de tu esquizofrenia, en tu viaje hacia el vacío entre las montañas.

He aprendido a querer mi soledad gracias a tus desprecios. Deja que mi alegría insulte tu ego de diosa oscura y entiende que puedo vivir sin ti, que tu atención no la necesito. Tal vez multipliques mi tamaño, pero nunca mi poder. Y con mi poder siempre elegiré quererte porque es inútil odiarte, inútil sufrirte. No creas que seré una más de tus víctimas.

En tus montañas llevas dentro el fuego de mis amores, las cenizas de los besos que brotan como semillas sobre la tierra oscura. Tú abrazas mi alma en las miradas de los niños, en las canciones que nacen en la profundidad de tu cuerpo, en los escultores que encuentran tu corazón de azúcar en el interior de las piedras.

Medellín, mi luz, mi poesía, mi madre. Te prestaré mi corazón para quererte siempre, me quedaré contigo cuando todos te abandonen, cuando los deseos que has sembrado en tu publicidad enferma te dejen sola para siempre, no sospechaste que tu fábrica de sueños te haría pequeña ante tus hijos,  los que tanto amaste,  los que ahora te dejan.

Resistiré contigo cuando te arranquen las cortinas, escucharé el silencio que tendrá que ser tu lenguaje. Ya no te justifiques más, no es necesario, entrégate al silencio y deja  que arrase con tus mentiras.

Prometo estar contigo cuando comprendas que tus edificios nunca han crecido hacia el cielo, solo hacia el deseo terco de tus ambiciones. Ya no giraré más sobre tus templos comerciales que juran venderme sonrisas a cambio de ilusiones. Tu tesoro no está en el Tesoro, Unicentro no es el único centro. Tus centros comerciales no me arrastrarán hacia la religión que tanto has defendido, ya no creeré más en tus amores de vidrio, de cuentas por pagar y de tarjetas de crédito.   

Tal vez estés cansada y quieras entrégate conmigo a la noche para dejar que el frío se derrame sobre tus heridas de lava. Quítate el acero que cargas sobre la cintura, deja que el viento acaricie las pieles intranquilas de los que asfixias con tus miserias.

Entrégate conmigo a la noche y dejemos que la muerte nos renueve, nazcamos juntas al atardecer y miremos las noches líquidas, los ojos de luz que nos observan desde el universo. Escribamos en el desarrollo eterno de nuestras historias poemas para los dioses de otros planetas.










domingo, 18 de mayo de 2014

No hables




No hables,
Hoy quiero escuchar el silencio que vive en tu mirada
¿Qué dirá tu silencio?
¿A que sabrá nuestro silencio?

No hables,
Olvídate  por hoy del mundo,
De los libros, de tus muertes,
De los besos que cargas en tu piel,
No me ahogues con el ruido de tus pensamientos.

No hables,
Te quiero en la incertidumbre,
En la belleza que calla todos los lenguajes,
No hay nada qué decir,
Ninguna palabra es tu sonrisa,
Ninguna palabra contará mi deseo de sentirte,
De tocarte,
De mirarte en el silencio.

Bébeme, siénteme, inhálame…
Ninguna droga será necesaria,
Y morirán tus preguntas en mi piel
Y tus miedos en mis manos se harán aire.





miércoles, 7 de mayo de 2014

La última llamada

 ¡No cuelgues, por favor no cuelgues! -te dije- y el corazón se me volvió silencio. Tu presencia sin palabras repicaba lejos de mí detrás del teléfono. Trece estaciones del metro entre nosotros. Trece horas, trece años, trece vidas. El vértigo me abrazó en la muerte de tus palabras y supiste que en ese silencio mi casa se caía, que me quedaba sola entre la tierra y la noche, con el viento abrazando mi presencia sin días, mi vida sin vos.


Y sabías que te sentía, que escuchaba tu respiración lejos del teléfono porque no quisiste colgarme, porque querías mostrarme tu ritual del olvido, tu sanación de mí. Y me quedé allí para presenciarlo.

Supe que llorabas, te congestionabas, te asfixiabas con una tristeza que me ensordecía. Pero tu dolor era ritmo, porque la vida es ritmo, porque la vida vive en el día y en la noche. Y tuviste que gritar, gritaste como un niño que pierde una bomba de helio y en tu grito miraste la bomba que corría hacia arriba, hacia un cielo cerca de ti, lejos de ti; en el universo.

Me lloraste en cada grito, en cada espasmo, en la honestidad de tu silencio. Salieron por tu boca las historias que vivimos y las tiraste por el piso para verlas fuera de ti. Yo también lloraba sin tus oídos para escucharme, asistía al funeral que me hacías. ¿Tu mamá se despertará? ¿Tus vecinos tocarán la puerta? ¿Quién estará allí para escucharte? 

Pero supe que no estabas solo mi luz, mi ángel, mi compañero sin tiempo, supe que era suficiente con que te apreciaras en la plenitud de tu belleza. Jamás podrás estar solo si te has visto como yo te he visto. Ningún reto será grande para el alma que tienes.

No quiero estar allí cuando barras nuestras historias, colgaré primero para sentir que algo de mí ha quedado contigo y en el bullicio de esta ciudad te llevaré al parque, a la universidad, a los hospitales y estarás allí en mis futuros amores de aire, de agua y de fuego. Estará la intensidad de tu mirada acompañándome por siempre y la vida me sabrá a sal y a azúcar y el cielo me robará una sonrisa y veré luz en otras miradas y tendré tiempo para las flores, para el cine, el baile y la literatura, y debes saber que también volveré al mar y contemplaré en él la melodía de la vida, las armonías de todos los sonidos que se unen para mostrarme que la belleza tiene más de mil colores.