Decidí mirar el pavimento para no chocar con la mirada de nadie.
Atravecé varias calles en silencio cuando de pronto vi un bulto a lo lejos sobre la acera. Fui acercándome poco a poco y descubrí que era un niño indigente estirado en un lugar muy transitado. La gente se corría por instinto para no tropezarse. Lo esquivaban como si se trata de una piedra.
Me asombró la escena y el calor dejó de importarme.
No podía dejar de mirarlo. Al darme cuenta que estaba inmóvil me horroricé al pensar que podía estar muerto.
Aún no estaba muy cerca de él.
De pronto el cuerpo del niño dio un salto y se paró de golpe. Grité y salté...Sentí cómo mi corazón se aceleraba. Las demás personas no se dieron cuenta de lo ocurrido. Los que estaban esquivándolo en ese momento, se corrieron un poco para no tropezar y continuaron su camino sin ninguna alteración.
Después del salto, el niño se rió a las carcajadas y chocó su mano con la de otro niño que observaba la escena detrás de un poste. En realidad creo que no alcanzaron a verme, pero tal vez sí escucharon mi grito.
Al paso de unos segundos mi corazón volvió a su ritmo habitual. Sin embargo, esa tarde, no pude dejar de pensar en ese momento. Yo, que estaba aún lejos del niño, pude asustarme, los que estaban cerca de él ni se inmutaron.
No son buenos estos tiempos para hacer bromas en la calle. La gente camina anestesiada, la rutina les hace llegar a los lugares indicados sin tener que abrir los ojos.
Hemos perdido la vista.
De pronto el cuerpo del niño dio un salto y se paró de golpe. Grité y salté...Sentí cómo mi corazón se aceleraba. Las demás personas no se dieron cuenta de lo ocurrido. Los que estaban esquivándolo en ese momento, se corrieron un poco para no tropezar y continuaron su camino sin ninguna alteración.
Después del salto, el niño se rió a las carcajadas y chocó su mano con la de otro niño que observaba la escena detrás de un poste. En realidad creo que no alcanzaron a verme, pero tal vez sí escucharon mi grito.
Al paso de unos segundos mi corazón volvió a su ritmo habitual. Sin embargo, esa tarde, no pude dejar de pensar en ese momento. Yo, que estaba aún lejos del niño, pude asustarme, los que estaban cerca de él ni se inmutaron.
No son buenos estos tiempos para hacer bromas en la calle. La gente camina anestesiada, la rutina les hace llegar a los lugares indicados sin tener que abrir los ojos.
Hemos perdido la vista.