El
objetivo era fácil: entrar en la oficina cuando llegara mi turno, saludar,
sentarme y pedir que eliminaran de mi
recién nacida cuenta de ahorros el 4 X 1.000. Parecía un asunto sencillo
que empezó a complicarse cuando el hombre que me atendía comenzó a hablar de una maravillosa póliza de
seguro. “Señorita no le interesaría
contar con un seguro de vida que le ayude a… bla, bla, bla”. Me sentí agotada.
El
hombre seguía hablando mientras que yo intentaba concentrarme en un formulario
que debía llenar para solucionar mi verdadero problema. Tuve que parar de
escribir porque no gozo de esa cualidad femenina que te permite hacer varias
cosas a la vez y porque además me sentía grosera si no lo miraba mientras
hablaba.
En
un instante le pregunté cuánto valía pagar el seguro y el hombre entusiasmado
sacó una tarifa para explicarme en detalle. ¡No puede ser! -pensé- La
conversación se prolongará.
“A diferencia de otros seguros que sólo cubren ciertos temas después de la muerte, este seguro le ayudará en caso de hospitalización si ya lleva más de tres días en el hospital…bla, bla, bla”(…) “Para obtener el seguro básico de 15 millones sólo pagará 7.000 mil pesos al mes”.
-¿Bueno
y se demora mucho ese trámite? Le pregunté pensando que preferiría pagar 7 mil
al mes que seguir escuchándolo.
-¡No,
es cuestión de 5 minutos! Cuénteme señorita Susana ¿Cuántos años tiene? ¿Sufre
de alguna enfermedad? ¿La van a operar en menos de 3 meses? ¿Practica algún deporte extremo?.. -El hombre ponía
cara de satisfacción cuando le respondía a todas las preguntas que No-.
-Bueno,
entonces sí es apta para adquirir la
póliza, concluyó sonriente.
No
pude aguantar la risa al concluir que el seguro de vida es sólo para aquellos que no lo necesitan.
¡Negocio redondo!
Dejó
de hablar y me entregó tres hojas para que pusiera mi firma, cédula y huella
digital. En ese momento quise salir corriendo y decirle que me había
arrepentido, que por favor atendiera a mi verdadera necesidad, pero no dije
nada, por el contrario: tomé el lapicero y llené todo lo más rápido posible.
-Cuénteme
señorita Susana ¿quiénes serán los beneficiarios de la póliza cuando usted muera?
¿Cuál será el porcentaje que recibirá cada uno?...
Lo
más absurdo fue que primero adquirí la póliza y después solucioné el
problema del 4X1000. Salí aturdida del banco encontrándome ante la primera
experiencia de una persona que empieza a trabajar: los bancos mirándote como si
tuvieras el signo peso dibujado en la frente.
Caminé
hacia al bus pensando en el absurdo de estos tiempos en los que todos ahorramos
esperando tragedias futuras: 300 mil mensuales por si me enfermo, 30 mil por si
me muero, 100 mil por si llego a jubilarme…
No
estoy en contra de la prevención, pero me parece interesante analizar cuáles son
las empresas más poderosas. ¿Dónde se mueve el dinero? Y concluí que las empresas
que “atacan” lo impredecible, las que se adelantan al mañana o las que intentan manipular el azar de la
vida se llevan una buena tajada.
De
momento, me gustaría invertir los 7 mil pesos que seguramente ya me descontaron
por concepto de la póliza (estos trámites se hacen rapidísimo) en un buen
helado o una cerveza para alivianar un poco la sensación de frustración e
ingenuidad por la que pasé en mi primer mes oficial de trabajo.
Tal
vez mientras me tome una cerveza pueda prepararme para la próxima llamada del
mismo banco en la que me ofrecerán una fabulosa tarjeta de crédito o un
préstamo por 20 millones de pesos que no he solicitado.
Empiezo
ahora a entender desde la vida cotidiana la sociedad del consumo: trabaja,
compra y endéudate, pero también ahorra para pagar tu entierro y aliviar con
algo de dinero el dolor de las personas que más te quisieron.