martes, 28 de noviembre de 2017

Siete cosas que me gustan de mi gato



  1.    Que no se da cuenta cuando lo castigo.

Castigar a mi gato consiste en sacarlo de la casa y dejarlo en las escaleras. Recurro a esta estrategia cuando se para en las teclas del computador justo cuando estoy escribiendo o cuando está loco por jugar y me clava sus dientes delgados como agujas. Lo agarro, como puedo, y lo dejo afuera. Pasan los minutos y el gato no llora. Entreabro la puerta mirando de reojo y está jugando con unas tablas que no tienen dueño o escondido en el carrito donde compro las verduras. Lo he visto dormido en posturas  extravagantes de una ternura exquisita concentrado en la delicia de su propia existencia. –Vení Rafa, vení... él abre un ojo y vuelve y lo cierra. Entra a la casa cuando quiere. Así es él.

   2. Es instructor de meditación aunque no tenga título. 

Solamente es sentarse a mirarlo. Puede estar haciendo cualquier cosa. Cazando moscas, tomando agua, dormido entre mis piernas o sobre las sillas. No importa. Él es meditación en movimiento. Siempre atento, concentrado en la vida. Mirándolo a él supe que la meditación es una cuestión magnética. Miras a alguien que está concentrado y tú mismo empiezas a concentrarte. Rafa es un imán hacia el Presente.  


       3. Juega con cualquier cosa que se atraviese. 

     Puede ser una bolita de papel que iba para la basura. Un zapato, un cordón, una hoja de árbol seca y a veces, para la desgracia del jardín, una planta. Lo he visto jugando con su propia cola o saltando sobre una sombra que aparece en la pared o en el piso. Hizo de mi casa su universo. ¿Para qué comprar juguetes si para Rafa el juego es la vida?  Supe que para jugar solo se necesitan las ganas y soltar el capricho y cuando digo capricho no es que no se puedan tener preferencias, a Rafa, por ejemplo, le encanta jugar conmigo, pero cuando no quiero o no puedo, en menos de un minuto pasa una mosca y él ya encontró su destino. Preferir no es necesitar. Así de libre.


     4. Cuando salgo a la calle no se queda llorando.

   A veces ni me mira cuando cierro la puerta. Sigue durmiendo o comiendo o jugando. Siempre concentrado en su propia historia. Sé que estará bien sin mí y eso me alegra.


     5. Es un Yogui. 

   ¡Ay las posturas! ¡Esas posturas! Este punto hay que contarlo con imágenes. Por ahora comparto las tengo y con los días voy subiendo.












6.  Supe que el amor es un estado de contemplación pura. 


Mirarlo y llorar de emoción. Así les digo. Sentir gratitud por poder disfrutar de su existencia. Cada machita, cada bigote tan bien hecho. La perfección de su diseño. Lo mejor de todo es que el deleite se va extendiendo hasta mi mano, hasta mis ojos, hasta las flores y las nubes. Las ventanas, las puertas, los lapiceros. Caminar por ahí enamorándose de la vida, de la gente, de los niños…Zambullirse en el presente.


7. Más que un final este punto es el comienzo. Un punto de partida para mi propia exploración y si querés para la tuya. ¿Tenés gatos? ¿Qué agregarías a la lista?



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Sigue la lista...


*Encuentra equilibrio en los lugares más inapropiados.

Por ejemplo mi cintura, cuando me acuesto de lado, acurrucada, Rafa prefiere mi cintura. Salta a la cadera  y después desciende  o elije el camino largo subiéndose por las piernas. ¿Cómo encuentra comodidad en semejante sitio? Un hueco, para ser exacta. Así es él. Es un explorador de posiciones, de maneras de sentarse, de acostarse, de dormirse. Su cuerpo se adapta a cualquier superficie. No importa la geografía.