Después de leer una
noticia que compartió mi profesor Jorge Alberto Velásquez en su cuenta de
Facebook me enteré que el proyecto de periodismo público Voces Ciudadanas se retomaría con el apoyo de varios medios de comunicación
y el Área Metropolitana para promover la
participación de los ciudadanos frente temas de interés público.
Al saber que el proyecto
surgió hace 16 años en la Facultad de Comunicación Social Periodismo de la UPB
sentí aún más interés al tratarse de la universidad donde me formé, así que fui
brincando de link en link hasta llegar a
la página de Facebook Voces Ciudadanas
por la Seguridad y la Convivencia. Una vez allí le di Me Gusta y revisando
en el muro encontré la primera pregunta: ¿Qué es una ciudad segura para usted?
La pregunta implicaba
detenerse un poco más para trascender la importante pero incipiente decisión de
darle Me Gusta a una iniciativa. Y allí tuve la primera tentación después de pensar varios minutos sin encontrar
una respuesta satisfactoria: ¿Y si respondo mañana?
Esta pregunta era la
manera olímpica de evadir el compromiso con la excusa de que al día siguiente
lo resolvería ¿pero cuántas tareas había dejado para mañana en años anteriores
que ya no recordaba?
¿Acaso no estaba
convencida de la necesidad de pasar de una democracia representativa a una
participativa y deliberativa? ¿No habían demostrado gran parte de nuestros
representantes políticos mediante
escandalosas propuestas egoístas y pasados criminales su incapacidad para
entender los intereses y prioridades de la gente? ¿Iba a descartar la
oportunidad de opinar aún cuando los canales para hacerlo serían las redes
sociales, tan cercanas a mi vida cotidiana?
Durante el pregrado
analizamos las consecuencias devastadoras de la indiferencia en un país con
tantos problemas sociales. El dinero público desapareciendo, el sistema de
salud en detrimento de la vida, la justicia impartiéndose únicamente para
aquellos que no pueden comprarla, todo esto acompañado de impunidad gracias a
una ciudadanía dispersa, apática, hastiada del tejemaneje propio de la política
local y nacional.
Así tomé la decisión de
renunciar a una película que quería ver en la tarde para sentarme a escribir y
a organizar mejor las ideas frente a lo que pienso que es una ciudad segura.
Pensé que si detestaba el egoísmo en los
dirigentes tenía que reconocer el individualismo en mí y ceder un poco, no para
castigarme, sino para encontrar satisfacción en la posibilidad de reflexionar
sobre temas colectivos.
¿Qué es una ciudad segura?
Al hacerme la pregunta por segunda vez pensé en los cuadrantes de policías que se
implementaron en el Área Metropolitana desde el 2010 para combatir la
inseguridad. Pero, a juzgar por la experiencia, concluí que la seguridad no
estaba asociada únicamente al incremento en el número de policías pues una
ciudad que entiende a la seguridad bajo la fórmula SEGURIDAD = + POLICÍAS está
concluyendo que la coacción y el miedo al castigo son la única solución para controlar
las acciones de la gente.
Si bien el aumento de la
fuerza pública es una respuesta inmediata a la inseguridad que vivimos, es sólo
una medida que ataca la consecuencia y no la causa del problema. ¿Pues qué
puede ser más inseguro que vivir en una ciudad con tanta desigualdad social? ¿Cómo
se puede caminar con tranquilidad por las calles si sabemos que cientos de
personas no tienen trabajo, no tienen una casa digna para vivir, no tienen la
certeza de que podrán aliviar el hambre durante el día?
A esto se suma el tema del
dinero, la obsesión del mundo occidental, a la que no escapa nuestra ciudad, donde
existe un fuerte imaginario que asocia al éxito con la acumulación de dinero.
Dinero que, sin importar los medios para conseguirlo, ha logrado comprarlo todo
en Colombia: la justicia, la verdad, la perpetuación de la desigualdad
restándole así legitimidad a la fuerza
pública y al poder político.
Esto me llevó a pensar que
la verdadera inseguridad se esconde en el individualismo creciente, en la idea
de que cada persona debe luchar por sí misma, trabajar para alcanzar sus sueños
personales y hacer la vista gorda cuando el dolor del otro pase frente a sus
narices.
Nadie puede cambiar una
ciudad, mucho menos un país. Una persona no puede cargar con problemas tan
complejos. Cuando se comprende esto los más sensatos sueltan la carga y otros
deciden asumir problemas que los van consumiendo en amargura y resentimiento:
dos actitudes que en lugar de ayudar agravan el problema.
Tal vez porque los
problemas colectivos deben asumirse colectivamente y no individualmente y para
ello se hacen necesarios espacios públicos que fomenten el encuentro ciudadano
y la deliberación pública frente a temas de interés. Necesitamos espacios que
le hagan frente al sentimiento de soledad característico de las grandes
ciudades pues está claro que entre más somos, más solos nos sentimos.
Cuando hablo de espacios
públicos, no sólo me refiero a lugares físicos también me refiero a espacios
virtuales de deliberación donde la gente comparta ideas y propuestas frente temas
comunes promoviendo así el encuentro de personas que aún sin conocerse se identifican
como ciudadanas dispuestas a reflexionar, expresar y escuchar.
Si la inseguridad tiene varias
causas, debe enfrentarse con varias alternativas. No puede minimizarse el
problema a la captura de los delincuentes pues hay todo un sistema social que sigue
originando delincuentes de manera exponencial. Un claro ejemplo es el estado de
las cárceles con una sobrepoblación
alarmante.
Por esto aplaudo
iniciativas como el proyecto Voces
Ciudadanas porque une la reflexión académica con los medios de comunicación
para fortalecer la participación de la sociedad civil. Este es un camino que
promueve la construcción colectiva de propuestas y plantea sin duda desafíos
para aprender a debatir, llegar acuerdos
y aceptar disensos; es un avance para abordar el aislamiento de los
ciudadanos y por lo tanto es una alternativa que enfrenta el problema de
inseguridad si entendemos por inseguridad ese sentimiento de desconexión total
con el otro.
Tal vez hoy estemos
viviendo las consecuencias de un pensamiento egocéntrico global -que no
percibe la incidencia de los actos individuales en lo colectivo- en el malestar
social evidente en robos, asesinatos, extorsiones y secuestros. Finalmente toda
causa tiene su consecuencia, por ello, nada será más perjudicial para el ser humano
que su incapacidad para identificarse con el dolor del otro.
Que sea entonces este
proyecto de periodismo público la oportunidad de escuchar otras voces, de identificar sueños y propuestas diversas. Tal vez el primer paso para combatir la inseguridad sea el fortalecimiento de la
ciudadanía mediante espacios de participación pública.
La noticia Voces
Ciudadanas.
La red social Voces
Ciudadanas