miércoles, 12 de febrero de 2014

¿Qué es una ciudad segura?

Después de leer una noticia que compartió mi profesor Jorge Alberto Velásquez en su cuenta de Facebook me enteré que el proyecto de periodismo público Voces Ciudadanas se retomaría con el apoyo de varios medios de comunicación y el Área Metropolitana  para promover la participación de los ciudadanos frente temas de interés público.

Al saber que el proyecto surgió hace 16 años en la Facultad de Comunicación Social Periodismo de la UPB sentí aún más interés al tratarse de la universidad donde me formé, así que fui brincando de link en link  hasta llegar a la página de Facebook Voces Ciudadanas por la Seguridad y la Convivencia. Una vez allí le di Me Gusta y revisando en el muro encontré la primera pregunta: ¿Qué es una ciudad segura para usted?

La pregunta implicaba detenerse un poco más para trascender la importante pero incipiente decisión de darle Me Gusta a una iniciativa. Y allí tuve la primera tentación  después de pensar varios minutos sin encontrar una respuesta satisfactoria: ¿Y si respondo mañana?

Esta pregunta era la manera olímpica de evadir el compromiso con la excusa de que al día siguiente lo resolvería ¿pero cuántas tareas había dejado para mañana en años anteriores que ya no recordaba?

¿Acaso no estaba convencida de la necesidad de pasar de una democracia representativa a una participativa y deliberativa? ¿No habían demostrado gran parte de nuestros representantes  políticos mediante escandalosas propuestas egoístas y pasados criminales su incapacidad para entender los intereses y prioridades de la gente? ¿Iba a descartar la oportunidad de opinar aún cuando los canales para hacerlo serían las redes sociales, tan cercanas a mi vida cotidiana?

Durante el pregrado analizamos las consecuencias devastadoras de la indiferencia en un país con tantos problemas sociales. El dinero público desapareciendo, el sistema de salud en detrimento de la vida, la justicia impartiéndose únicamente para aquellos que no pueden comprarla, todo esto acompañado de impunidad gracias a una ciudadanía dispersa, apática, hastiada del tejemaneje propio de la política local y nacional.

Así tomé la decisión de renunciar a una película que quería ver en la tarde para sentarme a escribir y a organizar mejor las ideas frente a lo que pienso que es una ciudad segura. Pensé que si  detestaba el egoísmo en los dirigentes tenía que reconocer el individualismo en mí y ceder un poco, no para castigarme, sino para encontrar satisfacción en la posibilidad de reflexionar sobre temas colectivos.

¿Qué es una ciudad segura? Al hacerme la pregunta por segunda vez pensé en los cuadrantes de policías que se implementaron en el Área Metropolitana desde el 2010 para combatir la inseguridad. Pero, a juzgar por la experiencia, concluí que la seguridad no estaba asociada únicamente al incremento en el número de policías pues una ciudad que entiende a la seguridad bajo la fórmula SEGURIDAD = + POLICÍAS está concluyendo que la coacción y el miedo al castigo son la única solución para controlar las acciones de la gente.

Si bien el aumento de la fuerza pública es una respuesta inmediata a la inseguridad que vivimos, es sólo una medida que ataca la consecuencia y no la causa del problema. ¿Pues qué puede ser más inseguro que vivir en una ciudad con tanta desigualdad social? ¿Cómo se puede caminar con tranquilidad por las calles si sabemos que cientos de personas no tienen trabajo, no tienen una casa digna para vivir, no tienen la certeza de que podrán aliviar el hambre durante el día?

A esto se suma el tema del dinero, la obsesión del mundo occidental, a la que no escapa nuestra ciudad, donde existe un fuerte imaginario que asocia al éxito con la acumulación de dinero. Dinero que, sin importar los medios para conseguirlo, ha logrado comprarlo todo en Colombia: la justicia, la verdad, la perpetuación de la desigualdad restándole así legitimidad a la fuerza pública y al poder político.

Esto me llevó a pensar que la verdadera inseguridad se esconde en el individualismo creciente, en la idea de que cada persona debe luchar por sí misma, trabajar para alcanzar sus sueños personales y hacer la vista gorda cuando el dolor del otro pase frente a sus narices.

Nadie puede cambiar una ciudad, mucho menos un país. Una persona no puede cargar con problemas tan complejos. Cuando se comprende esto los más sensatos sueltan la carga y otros deciden asumir problemas que los van consumiendo en amargura y resentimiento: dos actitudes que en lugar de ayudar agravan el problema.

Tal vez porque los problemas colectivos deben asumirse colectivamente y no individualmente y para ello se hacen necesarios espacios públicos que fomenten el encuentro ciudadano y la deliberación pública frente a temas de interés. Necesitamos espacios que le hagan frente al sentimiento de soledad característico de las grandes ciudades pues está claro que entre más somos, más solos nos sentimos.

Cuando hablo de espacios públicos, no sólo me refiero a lugares físicos también me refiero a espacios virtuales de deliberación donde la gente comparta ideas y propuestas frente temas comunes promoviendo así el encuentro de personas que aún sin conocerse se identifican como ciudadanas dispuestas a reflexionar, expresar y escuchar.

Si la inseguridad tiene varias causas, debe enfrentarse con varias alternativas. No puede minimizarse el problema a la captura de los delincuentes pues hay todo un sistema social que sigue originando delincuentes de manera exponencial. Un claro ejemplo es el estado de las cárceles con una  sobrepoblación alarmante.

Por esto aplaudo iniciativas como el proyecto Voces Ciudadanas porque une la reflexión académica con los medios de comunicación para fortalecer la participación de la sociedad civil. Este es un camino que promueve la construcción colectiva de propuestas y plantea sin duda desafíos para aprender a debatir, llegar acuerdos  y aceptar disensos; es un avance para abordar el aislamiento de los ciudadanos y por lo tanto es una alternativa que enfrenta el problema de inseguridad si entendemos por inseguridad ese sentimiento de desconexión total con el otro.

Tal vez hoy estemos viviendo las consecuencias de un pensamiento egocéntrico global -que no percibe la incidencia de los actos individuales en lo colectivo- en el malestar social evidente en robos, asesinatos, extorsiones y secuestros. Finalmente toda causa tiene su consecuencia, por ello, nada será más perjudicial para el ser humano que su incapacidad para identificarse con el dolor del otro.

Que sea entonces este proyecto de periodismo público la oportunidad de escuchar otras voces, de identificar sueños y propuestas diversas. Tal vez el primer paso para combatir la inseguridad sea el fortalecimiento de la ciudadanía mediante espacios de participación pública.


La noticia Voces Ciudadanas.

La red social Voces Ciudadanas