Hay recuerdos que son
como paisajes. Islas vivas fuera del tiempo donde puedes descansar. Pensar en la
brisa y sentirla en las manos. Tu cabello moviéndose bajo el sol de la tarde y frente a ti montañas y más montañas que se abren
como pétalos en el horizonte. Estás ahí. No hay duda. Deslizándote en
una nueva manera de pensar, como navegando, diseñando, creando tu paisaje.
Hay recuerdos que
están vivos, que se transforman como una pintura inconclusa. Y el lienzo ancho
como el horizonte. Historias que se cruzan y juegan. Nada se pierde.
Hay recuerdos luminosos,
llenos de detalles: aromas y sabores que pueden erizarte. La textura de una
naranja que se hace jugo en tu boca cuando el calor del medio día quema, el
olor a montaña, a mango, a mar, a cielo, tierra húmeda. Las calles empedradas de un
pueblito antioqueño con casas de colores. La risa de tu abuela, sus chistes,
los bailes, el rosario. Nada termina.
Hay recuerdos,
recuerdos que están vivos. Recuerdos que laten de alegría, que lloran con
belleza. ¿Sabes recordar? ¿Recordar sin nostalgia? La nostalgia es para
aquellos que recuerdan a medias, mirando los paisajes desde lejos sin animarse
a caminarlos. Como anhelando el mar parados en la playa. Añorando el beso sin
atreverse a darlo.
Para recordar,
recordar en serio, hay que sumergirse. Pensar un recuerdo de cuerpo entero, que
tenga textura, profundidad, detalle, un recuerdo que despeine, que se ría, que
te lleve a cantar. ¿Creías que un recuerdo era una imagen congelada? ¿Un pensamiento
descolorido como una revista vieja? ¿Visitar ideas paralizadas, fósiles que no
se mueven contigo? No. Es más
que eso. Recordar es darle vida a un paisaje en el presente, crearlo, recrearlo, navegar
en él. ¿Cómo extrañar la playa si tienes los pies en la arena? Los que extrañan
sueñan las historias en blanco y negro, levitan con los pies apoyados en
ninguna parte añorando los colores. Si
tuviera… si estuviera. No pintan. Solo ven siluetas.
¿A quién quieres ver?
¿Dónde quieres pasar la tarde? Jugar con las ideas como trazos de historias por
descubrirse. Estar al volante, ahora sí, explorando la geografía del
pensamiento. A la derecha, a la izquierda, ¡Alto! Camino indeseado. Y que seas tú conocedor del rumbo.
No dormido en el asiento trasero sospechando en pesadillas la dirección del
piloto automático. No. No quieres eso.
Recordar, como
cantar, como bailar tiene sus tiempos. No se baila 24 horas, ni se escribe todo
el día. Separar un espacio y afinar la atención. Así comienza este viaje.
Aprender a elevar el
pensamiento como una cometa. Sostener con cautela la pita para que la brisa no
cambie tu rumbo, aprender a jugar con firmeza y soltura para que un viento
fugaz no lastime tus manos. ¿Jugamos? ¿Jugamos a recordarnos?
¡EXCELENTE, SABIO!
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