viernes, 29 de diciembre de 2017

¿Jugamos a recordarnos?

Hay recuerdos que son como paisajes. Islas vivas fuera del tiempo donde puedes descansar. Pensar en la brisa y sentirla en las manos. Tu cabello moviéndose bajo el sol de la tarde y frente a ti montañas y más montañas que se abren como pétalos en el horizonte. Estás ahí. No hay duda. Deslizándote en una nueva manera de pensar, como navegando, diseñando, creando tu paisaje.

Hay recuerdos que están vivos, que se transforman como una pintura inconclusa. Y el lienzo ancho como el horizonte. Historias que se cruzan y juegan. Nada se pierde.

Hay recuerdos luminosos, llenos de detalles: aromas y sabores que pueden erizarte. La textura de una naranja que se hace jugo en tu boca cuando el calor del medio día quema, el olor a montaña, a mango, a mar, a cielo, tierra húmeda. Las calles empedradas de un pueblito antioqueño con casas de colores. La risa de tu abuela, sus chistes, los bailes, el rosario. Nada termina.

Hay recuerdos, recuerdos que están vivos. Recuerdos que laten de alegría, que lloran con belleza. ¿Sabes recordar? ¿Recordar sin nostalgia? La nostalgia es para aquellos que recuerdan a medias, mirando los paisajes desde lejos sin animarse a caminarlos. Como anhelando el mar parados en la playa. Añorando el beso sin atreverse a darlo. 

Para recordar, recordar en serio, hay que sumergirse. Pensar un recuerdo de cuerpo entero, que tenga textura, profundidad, detalle, un recuerdo que despeine, que se ría, que te lleve a cantar. ¿Creías que un recuerdo era una imagen congelada? ¿Un pensamiento descolorido como una revista vieja? ¿Visitar ideas paralizadas, fósiles que no se mueven contigo?  No. Es más que eso. Recordar es darle vida a un paisaje en el presente, crearlo, recrearlo, navegar en él. ¿Cómo extrañar la playa si tienes los pies en la arena? Los que extrañan sueñan las historias en blanco y negro, levitan con los pies apoyados en ninguna parte añorando los colores.  Si tuviera… si estuviera. No pintan. Solo ven siluetas.

¿A quién quieres ver? ¿Dónde quieres pasar la tarde? Jugar con las ideas como trazos de historias por descubrirse. Estar al volante, ahora sí, explorando la geografía del pensamiento. A la derecha, a la izquierda, ¡Alto! Camino indeseado. Y que seas tú conocedor del rumbo. No dormido en el asiento trasero sospechando en pesadillas la dirección del piloto automático. No. No quieres eso.

Recordar, como cantar, como bailar tiene sus tiempos. No se baila 24 horas, ni se escribe todo el día. Separar un espacio y afinar la atención. Así comienza este viaje.

Aprender a elevar el pensamiento como una cometa. Sostener con cautela la pita para que la brisa no cambie tu rumbo, aprender a jugar con firmeza y soltura para que un viento fugaz no lastime tus manos. ¿Jugamos? ¿Jugamos a recordarnos?





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